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El suicidio es uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su atención debe ser prioritaria desde hace años, pero la pandemia del Covid-19 lo ha agravado por sus repercusiones sociales y económicas. Se estima que en el mundo se produce un suicidio cada 40 segundos, siendo en España una de las causas de mortalidad traumática más frecuente.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2019 se contabilizaron 3671 en España. En 2021, en Galicia se suicidaron 307 personas, de las que 220 eran hombres y 87 mujeres. La tasa de suicidio fue de 13.11 por cada 100.000 habitantes, frente a 7.79 a nivel nacional y 11.93 a nivel europeo. Los datos fueron obtenidos de la Memoria del año 2020 del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga).

mortalidad

A nivel nacional la comunidad de Galicia es la segunda comunidad autónoma con mayor tasa de suicidio, siendo Asturias la primera. En números absolutos las comunidades con mayor población es lógico que presenten mayores valores: Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Madrid.

 

 

Las cifras de suicidio en Galicia triplicaron las muertes por accidentes de tráfico, que se situaron en 104. La provincia que más suicidios registra fue la de Coruña (135), seguida de Pontevedra (98), Lugo (43) y Ourense (31), aunque el orden según la tasa por cada 100.000 habitantes fue A Coruña, Lugo, Pontevedra y Ourense.

El día 10 de septiembre fue el Día Mundial de la Prevención del Suicidio en el que se abordó no sólo la prevención, sino su detección, tratamiento y continuidad de cuidados de salud mental, así como su visibilización de esta realidad entre la población.

 


El problema de las estadísticas sobre el suicidio es que la intencionalidad no siempre se establece, y ciertos accidentes de tráfico o intoxicaciones no permiten con claridad diferenciar entre un accidente o un suicidio.


 

En porcentajes, es más habitual que quien se suicida sea un varón, con un porcentaje que triplica al de mujeres.

No existen tantas diferencias en cuanto al mecanismo, ya que el ahorcamiento es la forma más habitual en ambos sexos y es la forma más habitual para terminar con la vida. El segundo mecanismo es el de precipitación, seguido del envenenamiento o intoxicación.

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Los fármacos más involucrados en los suicidios son los psicofármacos, analgésicos y drogas de abuso. No fueron muy habituales en 2020 los suicidios por armas de fuego, armas blancas ni atropellos por tren.

 

 

 


El análisis del suicidio por edad indica que no hay diferencias importantes entre hombres y mujeres, siendo la edad media la más habitual. Entre los 50 y los 54 años se registran la mayoría de los casos, aunque en el caso de las mujeres es más frecuente entre 55 y 64 años.


 

La prevención del suicidio debe buscar disminuir las tasas actuales y disminuir el sufrimiento de quienes lo intentan y de sus familiares. Por cada suicidio, las tasas de quienes lo intentan es mucho mayor.

La conducta suicida es compleja y no existe una única causa sino que es resultado de una complicada interacción de factores psicológicos, biológicos, sociales, culturales y ambientales. Muchos de estos actos tienen que ver con crisis personales o sociales, más frecuentes si hay problemas de salud mental relacionados con el alcoholismo o la depresión.

Covid-19


Es difícil explicar por qué unos lo cometen y otros no pero el sufrimiento interno que viven es fundamental para llevarlo a cabo.


 

 

 

La pandemia del Covid-19 ha supuesto un aumento de los intentos y conductas autolíticas en la población infanto-juvenil, en ocasiones por cada suicidio hay 20 intentos en este rango de edad. La salud mental de los más jóvenes y el control adecuado de, por ejemplo, los trastornos de personalidad, la ansiedad o la depresión es fundamental para reducir las tasas de suicidio entre ellos.

Las señales de riesgo deben ser vigiladas en el entorno familiar, laboral, social y educativo, y hablar sobre ello o mencionarlo no aumentan su riesgo. Las personas con antecedentes familiares de suicidio, intentos previos, abuso de alcohol o estupefacientes, malos tratos, o con tendencia a aislarse, y sobretodo si hay problemas de salud mental, deben ser estrechamente seguidos. La OMS estima que el 90% de los suicidios están relacionados con problemas de salud mental.


Es importante que en el entorno estemos pendientes de la verbalización de estas ideas ya que esa persona está pidiendo ayuda: “mi vida no tiene sentido”, “me gustaría desaparecer”; o cuando hablan en pasado: “te he querido mucho”, “siempre te querré”; o si empieza a dejar sus rutinas o deja de hacer las actividades habituales.


 

 

Estar atentos a todas estas cuestiones puede salvar una vida de alguien próximo que está sufriendo y nos pasa desapercibida: fíjate¡¡.