Aunque puedan encantarte las galletas, ésta puede ser una pregunta que te plantees. Pero lo importante es saber la cantidad de grasas que puedan contener o los azúcares que esconde.Conocer el valor calórico aproximado de las galletas puede tener importancia para luchar contra la obesidad infantil. Pero en el contexto de una dieta de fast-food o comidas procesadas, conviene saber sus efectos nocivos para la salud.
La elaboración de estos productos incide de manera especial en nuestro cerebro, ya que provoca efectos en el centro de saciedad. Y además, la industria alimentaria interactúa de manera especial en su población diana que son los niños y adolescentes.
Los mensajes que elaboran y la hora en que los emiten mediante anuncios en la televisión influye a la hora de hacer la compra, de ahí que debamos tenerlo en cuenta cuando realicemos una compra saludable o durante la visión de los anuncios de la tele. De hecho, está demostrado que ver la televisión o jugar con videojuegos durante más de dos horas diarias influye en el hábito de sedentarismo.
Además, el estilo de vida de los padres y sus hábitos pueden influir de gran manera en los hábitos de los hijos, como el consumo de galletas o snacks.
Primero debemos conocer los ingredientes de las galletas.
Aunque en los últimos años las instituciones sanitarias han llegado a un acuerdo con la industria alimentaria para reducir ciertos componentes, es evidente que la decisión final sobre su consumo depende de cada uno de nosotros. Como estrategia poblacional se ha conseguido que las galletas reduzcan su contenido en sal, grasas y azúcares.
Pero esto puede no ser más que un intento de enmascarar como alimentos sanos, aquéllos que no lo son. Y a pesar de ser un elemento habitual del menú de los pacientes de los hospitales u otras instituciones sanitarias o residenciales.
Para empezar, todas las galletas de elaboración industrial se consideran bollería industrial (al igual que los Donuts, Bollycaos, Panteras Rosas, croissants, Filipinos o helados).
Los ingredientes de las típicas galletas suelen ser: harina de trigo, azúcar, grasa de palma, jarabe de glucosa o fructosa, suero de leche en polvo, sal, emulgentes (lecitina de soja y girasol), aromas,… entre otros.
Pero es que la cantidad de azúcar de 100 gramos de galletas es aproximadamente la misma que el contenido en 100 gramos de un Bollycao. El contenido es muy similar aunque desde hace años haya sido un elemento habitual en los hogares.
Para evitar su consumo en un desayuno saludable debe cambiarse por una tostada de pan integral con aceite de oliva.
Hay cuatro ingredientes que son habituales en prácticamente todas las galletas y bollería industrial: sacarosa o azúcar, harina de trigo refinada, grasas trans o aceites de palma y coco, y otros aditivos como la sal o el glutamato.
Todos estos componentes se mezclan en proporciones conocidas por el fabricante para causar la mayor palatabilidad del producto. De hecho, las grasas trans son muy maleables y permiten dar texturas, colores y sabores agradables para fomentar su consumo, que “enganchan” sobretodo a los niños y la juventud. Se consiguen productos muy adictivos pero nutricionalmente pobres, que además inciden en la capacidad de saciedad provocando su mayor consumo y favoreciendo la obesidad.
La conocida como “dieta de cafetería” está basada en alimentos procesados: snacks, galletas, cereales de desayuno, refrescos, zumos o carnes procesadas, y es la más influyente en padecer obesidad.
Influencia del azúcar en la salud.
Desde el punto de vista de la salud, está demostrado que el mayor consumo de estos productos de bollería influye negativamente en la salud porque aumenta la incidencia de diabetes tipo 2, ictus, enfermedades del corazón y obesidad.
Este efecto lo consigue por aumentar el efecto glucémico de estos productos, que aumenta el nivel de azúcar en sangre e incide de manera directa en la oxidación de la capa interna de los vasos sanguíneos e incrementando otros marcadores bioquímicos de la salud cardiovascular como los triglicéridos y el colesterol LDL o “colesterol malo”.
En la industria alimentaria es habitual que la investigación sobre nuevos sabores que aumenten la aceptación de los productos, permita usar nuevos azúcares como la fructosa o la sacarosa. El consumo de una galleta de unos 6 gramos, supone consumir unos 5 gramos de azúcar refinado, de alto índice glucémico.
El exceso de azúcares se transforma en grasas del tejido adiposo e incide en los altos índices de obesidad de la población, tanto en adultos como en obesidad infanto-juvenil. La conversión de azúcares en ácidos grasos es un proceso bioquímico conocido como lipogénesis o generación de grasas a partir de la glucosa o la fructosa. Como se puede observar, la generación de grasas es mucho mayor a partir de la fructosa por lo que su presencia en las galletas y otros productos de bollería deben ser tenidos en cuenta.
Para ocultar esta fructosa, se emplea jarabe de maíz o jarabe de arce de alto valor glucémico a menor coste.
Aunque la fruta presenta fructosa de manera natural, su contenido no es tan elevado y no suele ocasionar alcanzar tan alta carga glucémica, ya que supondría tener que comer una gran cantidad de fruta en una comida.
De todos modos, la glucosa es el combustible único de las neuronas y su importancia para la salud es evidente. Pero debe ser obtenido a partir de alimentos con alto contenido en hidratos de carbono complejos, como verduras, hortalizas, tubérculos, arroz, legumbres, …
¿Cómo podemos detectar el azúcar oculto de estos productos?
La industria alimentaria está obligada a detallar los ingredientes de las galletas y bollería. Si aprendemos a leer las etiquetas nutricionales, podemos detectarlo.
No sólo debe la población concienciarse de los dañino que puede resultar el azúcar sino que debe detectarlo en sus compras y en los alimentos que consume.
Para que no aparezca la palabra “azúcar”, la industria detalla los componentes del mismo, y así escribe en la etiqueta las palabras: dextrosa, fructosa, lactosa, galactosa, glucosa, jarabe de glucosa, maltodextrina, jarabe de maíz, almíbar, jugo de caña, azúcar invertida… Son nombres equivalentes al azúcar que detallados de manera individual están al final del listado de componentes porque su cantidad es mínima, aunque sumadas representen una cantidad considerable del producto.
Por ejemplo, si el fabricante quisiese agregar 50 gramos de azúcar y lo añadiese solo usando azúcar “común”, este aparecería en primera posición, llamando demasiado la atención. De modo que lo divide en 10 gr. de azúcar “común” , 10 gr. de fructosa, 10 gr, de dextrosa, 10 gr. de jarabe de glucosa y 10 gramos de maltodextrina.
Otro componente de las galletas es la harina de trigo, producto refinado con menor cantidad de zinc, cobre, magnesio, hierro y fibra respecto al que permite elaborar pan con harinas integrales. El consumo de harinas refinadas incide de manera directa en la obesidad y la diabetes tipo 2.
Por tanto, no sólo las grasas que contienen las galletas, sino el azúcar y las harinas refinadas permiten empeorar el perfil cardiosaludable. Si a esto le sumamos la sal que contienen e influye en la hipertensión arterial, y otros aditivos, tenemos la mezcla perfecta para empeorar de manera diaria nuestra salud cardiovascular.
Las grasas con las que se elaboran las galletas suelen ser ácidos grasos poliinsaturados vegetales. Estos son muy inestables y a ciertas temperaturas, se oxidan y liberan toxinas, como sucede en el proceso de elaboración de las galletas, ya que es habitual que sean calentados a altas temperaturas.
Aún peor son las grasas trans que son grasas artificiales obtenidas mediante hidrogenación de grasas vegetales para conservarlas y manipularlas en el proceso de elaboración de la bollería industrial. Estas grasas son especialmente dañinas y se encuentran con frecuencia en la comida ultraprocesada o fast-food.
Además del azúcar, las harinas refinadas de trigo y las grasas comentadas, en la mayoría de las galletas podemos encontrar otros ingredientes: conservantes, emulgentes, colorantes, potenciadores del sabor, etc. potencialmente perjudiciales. Uno de los potenciadores del sabor más habitual es el glutamato monosódico (E-621), que provoca una gran adicción y hambre al incrementar las hormonas del apetito, y que también se relaciona con las migrañas o jaquecas.
Come de todo pero no abuses de las galletas ni de la bollería.
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