La sed es un mecanismo fisiológico que se refiere a un intenso anhelo de beber un líquido, generalmente agua. Las necesidades normales de agua se satisfacen con la ingesta anticipada de líquidos, por eso es importante beber de manera regular. Esta ingesta es clave para regular el equilibrio hidroelectrolítico normal, y depende de varios factores relacionados con la concentración de sales como el sodio en el plasma, jugando un papel primordial unas hormonas osmosensibles localizadas a nivel del hipotálamo en el cerebro.
La sed ocurre cuando las pérdidas de agua exceden a la ingesta habitual y a su generación metabólica. Se trata de un mecanismo fisiológico que ayuda a la regulación del equilibrio interno de homeostasis.
Existen unos receptores específicos u osmoreceptores que tienen un umbral o punto de ajuste según la osmolaridad de la sangre. Por debajo de unos valores no hay sensación de sed, pero por encima de un umbral se desencadena la sed.
Con el mecanismo de la sed se previene la deshidratación hipertónica, y regula la pérdida hídrica. En la diabetes insípida se pueden eliminar hasta 20 litros de orina hipotónica. La hormona antidiurética previene la poliuria y reduce la dependencia del mecanismo de la sed.
La sed no sólo se activa con la concentración de sodio o glucosa en sangre, sino con la urea, el manitol, así como otros mecanismos no osmóticos como la hipovolemia o la hipotensión que suceden en diarreas intensas o en las hemorragias, sin variar la osmolaridad del plasma. En estos casos la estimulación depende de barorreceptores presentes en la aurícula izquierda y arteria carótida, similares a la regulación de la ADH (Hormona antidiurética), y al sistema renina-angiotensina-aldosterona que se activa por hipovolemia.
Por eso, en cuadros de sudoración excesiva con actividad física intensa y calor, las pérdidas de un nivel importante de líquidos en diarreas profusas, o en hemorragias intensas, el mecanismo de la sed permite avisar al organismo para la ingesta líquida que permita la reposición del equilibrio hidroelectrolítico.
La variación de sólo un 1% de la osmolaridad sanguínea activa todo el mecanismo de compensación de la sed. Cuando hay un exceso de agua se corrige suprimiendo la secreción de ADH, con la consecuente excreción renal de agua. Esta situación de hipotonicidad inhibe el mecanismo de la sed. Pero con la hipertonicidad se estimula la ingesta de agua convirtiéndose en un claro mecanismo de protección.
La presencia de sodio en sangre depende del contenido de este ión en los alimentos, en las bebidas e incluso en el agua que bebemos.
La principal causa de sed es por ingesta de alimentos salados o con presencia de sodio: sal en condimentos, bacalao, productos procesados, bebidas carbonatadas con sales, …
El exceso de glucosa en sangre como sucede en la diabetes mellitus puede producir una excesiva sed o polidipsia que es uno de los síntomas cardinales de su diagnóstico, conjuntamente con otros síntomas como la polifagia o exceso de ingesta, o la poliuria (exceso de diuresis) y la pérdida de peso.
La diabetes insípida es un raro trastorno caracterizado por la falta de producción de hormona antidiurética de gran valor para regular la diuresis. Ciertas patologías que afectan al hipotálamo donde se produce, o a la hipófisis donde se almacena, pueden alterar los mecanismos homeostáticos que regulan la composición y el volumen de los líquidos corporales.
Ciertas enfermedades que afectan a la producción de saliva como en la enfermedad de Sjöegren pueden producir exceso de ingesta por precisar hidratación de la mucosa oral para poder masticar adecuadamente los alimentos.
Medicamentos como los diuréticos, los opioides, los antidepresivos tricíclicos o ciertos psicofármacos, pueden incrementar la sensación de sed por acción directa sobre el mecanismo de la sed o por efectos secundarios que favorecen pérdida de líquidos.
Pero, ¿cuándo podemos considerar que es excesiva la sensación de sed?
Aproximadamente un adulto medio consume al día unos 2 ó 2.5 litros de líquidos, de los que el 75% se obtienen por ingesta líquida y el 25% a partir del agua de los alimentos o por procesos de oxidación internos. Con estos valores se estima que se corrigen las cantidades de agua que se pierden al respirar, sudar, o por pérdidas digestivas y urinarias normales en la orina y heces. Variaciones muy escasas de la concentración de sales en la sangre pueden originar una sed excesiva que sin un rango específico, por encima de estos valores nos debería hacer pensar en alteraciones patológicas.
Y qué puede significar tener una sensación de sed excesiva?, ¿puede ser síntoma de alguna enfermedad?.
Los mecanismos de la sed implican diversos aspectos: neurohormonales, cerebrales, receptores en riñones y cardíacos, etc. La alteración en alguno de estos mecanismos puede orientar a una patología como por ejemplo la diabetes. Esta enfermedad se caracteriza por tener sed excesiva, exceso de ingesta y a pesar de esto, pérdida de peso y aumento de los niveles de glucemia o azúcar en sangre.
La sed también puede indicar una rara enfermedad como la diabetes insípida en la que hay un trastorno a nivel hipotálamo-hipofisario. O puede ser síntoma de una enfermedad rara como el Síndrome de Sjöegren relacionado con el déficit de producción de lágrimas en los ojos y de saliva a nivel oral, así como otras secreciones corporales.
Las diarreas crónicas o los vómitos incoercibles producen pérdidas de líquidos que el organismo repone bebiendo, y para ello la señal que se produce es la sed.
Aunque no es lo habitual, una hemorragia importante de más de un 10% del volumen sanguíneo también se ha descrito como causante de sed.
¿Cuándo debemos preocuparnos y acudir a un médico si presentamos estos síntomas?
Hay que contextualizar la situación, dado que en verano o en situaciones de calor o altas temperaturas y sequedad ambiental es normal que sintamos mayor sed de la habitual. O si hemos tomado alguna comida con exceso de sal o de especias, o productos con contenido alto en sodio como conservas, embutidos, salazones, …
También podemos sentir sed cuando tenemos procesos diarreicos. En todos estos casos, el sentido común nos hace pensar que sólo hay que beber líquidos preferiblemente agua.
En enfermedades como la diabetes insípida, la diabetes mellitus o en la potomanía, una persona puede ingerir como mínimo 3 litros diarios de agua durante al menos 2 ó 3 semanas.
En estos casos conviene consultar con su médico para hacer una valoración de las posibles causas y orientar el diagnóstico. Cada una de las posibles causas comentadas, se acompañan de otros síntomas que deben ser valorados por su médico de familia.
En general, es importante beber de manera regular para suplir las pérdidas de líquidos aún sin tener sensación de sed. Aunque el agua es lo recomendable, para alcanzar al menos el 1.5 ó 2 litros diarios de líquidos pueden tomarse caldos, consomés, infusiones, pero sin azúcar y evitando las bebidas carbonatadas y azucaradas que pueden generar más sed, así como las que contienen gas por el malestar abdominal que puede producir.