Atención Primaria y prevención de la enfermedad cardiovascular: esa es la cuestión. Las enfermedades no transmisibles, tanto las cardiovasculares como el cáncer tienen una evidente relación con los hábitos no saludables: dietas inadecuadas, escasa actividad física y consumo de alcohol y tabaco, entre otros.
El conocimiento de información científicamente contrastada sobre dichos factores y su papel en la prevención y tratamiento de estas patologías está a nuestro alcance. Desde Atención Primaria, por su accesibilidad a la población y la capacitación de sus profesionales, se puede tener una visión global del paciente y su realidad biopsicosocial. Esto permite una continuidad asistencial para modificar hábitos inadecuados que podrían derivar en el futuro en alguna enfermedad crónica y combatir bulos.
Pero, ¿cuál es el papel de Atención Primaria en la prevención de estas enfermedades?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), citó como prioritarias las medidas encaminadas a atenuar la incidencia de enfermedades no transmisibles fundamentalmente en su detección y corrección de los factores de riesgo modificables.
La educación sanitaria y nutricional de la población en general, y de los pacientes en particular, debe ser parte fundamental del trabajo diario en Atención Primaria. Es posible modificar ciertos hábitos perjudiciales que van a complementar las terapias farmacológicas de patologías prevalentes como la hipertensión arterial, diabetes, dislipidemias o la obesidad.
Aunque exista una influencia genética y socioeconómica, las estrategias de prevención y manejo de los factores de riesgo deben ser prioritarias en Atención Primaria.
La repercusión en la edad adulta de aquellos factores que se inician en la infancia y adolescencia involucra también a los pediatras y enfermeros pediátricos de los centros de salud, que desarrollan su labor en este nivel asistencial con un papel fundamental en la promoción de hábitos saludables.
En Atención Primaria, el trabajo conjunto de los médicos con enfermería permite realzar la labor de control y seguimiento de las enfermedades más prevalentes y de sus factores de riesgo, así como su modificación tanto a nivel individual en la consulta como a nivel comunitario: consejos sobre dietas, explicación de las propiedades de los alimentos, sus técnicas de preparación más adecuadas para la salud, promoción de actividad física, abandono del tabaquismo o el alcohol, etc.
El contacto periódico con el paciente facilita la adherencia a los tratamientos y la modificación de estilos de vida inadecuados para la prevención primaria y secundaria de las enfermedades cardiovasculares. Para conseguirlo se pueden establecer programas de intervención presenciales (en consulta) o virtuales, con materiales de apoyo impresos, clásicos en las consultas diarias, u otros digitales como las teleconsultas o videoconsultas
El uso de las nuevas tecnologías está permitiendo ampliar la influencia sobre los hábitos de salud de la población.
Un total de 120.859 personas murieron en España en 2018 como consecuencia de alguna enfermedad cardiovascular según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en referencia a las causas de mortalidad en España en 2018. Ese año, la tasa media estandarizada de mortalidad cardiovascular se situó en 230,5 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.
Según datos recientemente publicados por la ESC (European Society of Cardiology), 2 de cada 3 muertes cardiovasculares podrían evitarse con dietas más saludables. Se hace especial hincapié en los factores dietéticos y se recomienda el consumo diario de 200 a 300 mg de Omega 3, de 200 a 300 gramos de fruta, de 290 a 430 gramos de verduras, de 16 a 25 gramos de nueces y de 100 a 150 gramos de cereales de grano completo.
Los efectos beneficiosos de estas intervenciones sobre los resultados fisiológicos de tensión arterial, colesterol total, colesterol LDL, glucemias, peso, adiposidad,… resultaron estadísticamente significativos en la reducción del riesgo cardiovascular.
Aunque existen variadas dietas saludables, en la actualidad se promueven patrones de consumo de alimentos o patrones de alimentación, cuyo beneficio sobre el riesgo cardiovascular es bien conocido.
El estudio PREDIMED realizado en España sobre una muestra de pacientes con alto riesgo cardiovascular, pero sin antecedentes de enfermedad vascular isquémica, demostró que una dieta de tipo mediterráneo suplementada con aceite de oliva virgen extra o frutos secos conseguía reducir un 30% la incidencia de enfermedades cardiovasculares.
Existe suficiente evidencia científica sobre la prevención de la diabetes tipo 2 mediante la reducción del peso y una dieta adecuada. Seguir un patrón dietético de estilo occidental se asocia a un incremento de esta patología debido a un consumo mayoritario de carnes rojas y procesadas, arroz o cereales refinados y bebidas azucaradas, principalmente.
Sin embargo, un patrón de tipo mediterráneo se asocia a un descenso de su prevalencia al fomentar el consumo de lácteos bajos en grasas, frutas y verduras , cereales integrales, pescados, legumbres y frutos secos con un consumo moderado de bebidas alcohólicas fermentadas de baja graduación como el vino o la cerveza.
De esta forma, promover una dieta en la que predominen los productos vegetales sobre los productos cárnicos, fomentar el consumo de grasas beneficiosas del pescado (omega-3), el aceite de oliva (oleico) o frutos secos, explicar la importancia de la fibra y sus fuentes dietéticas, enseñar técnicas saludables de cocinado, explicar los beneficios de los alimentos y su consumo regular a lo largo del día, por qué evitar saltarse el desayuno o por qué no deben tomarse snacks poco saludables entre las comidas principales y promover la actividad física puede ser posible en consultas individuales del médico y enfermero de Atención Primaria y es una buena iniciativa comunitaria a desarrollar tanto en los centros de salud como fuera de los mismos.
En personas con hipertensión arterial es recomendable seguir una dieta baja en sodio y colesterol para reducir el riesgo cardiovascular ateroesclerótico, como la dieta DASH (Dietary Approaches to stop Hypertension).
El concepto de dieta saludable cambia continuamente a medida que los estudios científicos sobre los alimentos dan a conocer propiedades de sus nutrientes, sus componentes antiinflamatorios o antioxidantes. Lo importante es el patrón alimentario y la frecuencia de consumo de los mismos, de ahí que las evidencias actuales sugieren que el consumo diario de huevos o de 2-3 raciones diarias de lácteos no incrementan el riesgo cardiovascular.
La evidencia científica demuestra una fuerte asociación entre las grasas saturadas y trans, el sodio, el colesterol y los factores de riesgo cardiovascular.
La epidemia actual de obesidad que padecemos tiene unas implicaciones directas sobre el riesgo cardiovascular, siendo preocupantes las altas tasas en población infantil y juvenil que se convertirán en adultos con comorbilidades asociadas. Aunque se trata de un fenómeno complejo, los hábitos saludables en dieta y actividad física son fundamentales para reducir su incidencia. La disponibilidad de comidas procesadas e hipercalóricas y el tamaño de las raciones, unido a la tendencia al sedentarismo de la población explican los datos actuales que indican que 6 de cada 10 adultos españoles presentan sobrepeso u obesidad.
La identificación de personas con sobrepeso u obesidad es una tarea sencilla en Atención Primaria, ya que las dos medidas fundamentales son fáciles de realizar: perímetro de cintura e IMC (Índice de Masa Corporal). Sólo se precisa una cinta métrica, una báscula y un tallímetro. El perímetro de cintura debe ser menor de 102 cm en varones y 88 cm en mujeres (preferiblemente tendiendo a 94/80 cm), y el IMC (peso en kilos/talla en metros al cuadrado) entre 20 y 25. La valoración y seguimiento de ambas medidas en los centros de salud permite al médico tomar decisiones terapéuticas personalizadas que mejoren los resultados en la prevención ya que son la mejor aproximación al riesgo cardiovascular.
En cualquiera de las comorbilidades comentadas el beneficio de la actividad física está evidenciado. La Organización Mundial de la Salud ha actualizado en 2020 el informe sobre actividad física y sus efectos beneficiosos para la salud: al menos 150 minutos semanales de intensidad moderada con 8-10 ejercicios de fuerza muscular un mínimo de 2 días a la semana.
Para favorecer su implementación como un hábito, se acepta que esta cantidad total se pueda realizar en períodos mínimos de 10 minutos. En el caso de padecer obesidad se recomiendan 300 minutos semanales para alcanzar una reducción del peso del 5-10% que es necesaria para mejorar la hipertensión, la dislipemia o la diabetes tipo 2 asociadas.
Principales cambios de hábitos que se deben promover en Atención Primaria.
Las principales recomendaciones que los profesionales de Atención Primaria deben promover para modificar hábitos relacionados con la enfermedad cardiovascular se podrían resumir en:
- Consumir cereales integrales, 5 raciones de frutas y verduras diarias, huevos, lácteos y frutos secos.
- Aumentar el consumo de pescado, hasta las 3-4 raciones semanales, preferentemente pescado azul por su predominio en ácidos grasos omega-3.
- Consumir preferentemente carnes bajas en grasas, y ocasionalmente carnes rojas y productos cárnicos procesados.
- Evitar el consumo frecuente de azúcares refinados y bebidas azucaradas.
- Controlar periódicamente la tensión arterial, el nivel de glucosa y colesterol como factores de riesgo cardiovascular más importantes y el peso y perímetro de cintura para evitar la obesidad o tratarla.
- Evitar el tabaquismo y el consumo de alcohol.
- Realizar actividad física como mínimo 150 minutos semanales, evitando actitudes sedentarias.
En definitiva, desde Atención Primaria es posible mejorar la calidad de vida de las personas e incrementar la esperanza de vida de la población con una adecuada prevención cardiovascular. Dispone de conocimientos, herramientas y estrategias para personalizar el riesgo de cada paciente, elaborar un plan terapéutico y modificar sus hábitos menos saludables.