Los mitos son falsas creencias sobre un tema que suelen extenderse como bulos, y los que afectan a la salud son especialmente importantes y frecuentes. Importantes porque afectan al estado de salud de las personas, y frecuentes porque en las redes sociales han encontrado un medio idóneo para su propagación. No es cierto que para tratar la obesidad haya que pasar hambre, ni que dormir suponga engordar o que la obesidad se base en una cuestión personal centrada en la escasa voluntad.
La obesidad es una enfermedad crónica y multifactorial, considerada una de las principales epidemias que la población deberá afronta en este siglo XXI. Con el consumo de tabaco, alcohol, inactividad física y alimentación no saludable, con quienes mantiene una estrecha relación, la obesidad es un importante factor de riesgo para las enfermedades crónicas no transmisibles como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes mellitus tipo 2 o los trastornos crónicos respiratorios como la apnea del sueño. Y además, es un claro factor de riesgo en un momento especial de la vida: en el embarazo.
El sobrepeso y la obesidad causan más de 1,2 millones de muertes anuales (más del 13 %), y originan el 7 % de la discapacidad total según estadísticas aportadas por la Organización Mundial de la Salud. Afecta aproximadamente al 60 % de la población adulta y casi uno de cada tres menores. En España la tendencia es similar, con cifras para población mayor de 18 años en 2016 del 21,6 % que son del 33,4 % si se valora la obesidad abdominal, definida por el perímetro de cintura.
Mito sobre la obesidad relacionada con una mera cuestión de falta de voluntad para padecerla.
Este mito culpabiliza al enfermo de una patología en la que la multitud de factores externos e internos que intervienen dificultan su abordaje. El aspecto genético no puede modificarlo el propio paciente que padece obesidad, como tampoco otras enfermedades que predisponen o los fármacos indicados para tratarlos. El entorno social puede ser modificable, pero a veces la dificultad sobre abordar este aspecto supera las posibilidades reales de cada uno. De ahí que el paciente en muchas ocasiones no tiene a su alcance la posibilidad de reducir peso, o que su voluntad no sea suficiente para vencer los obstáculos de cara a conseguir su peso ideal y saludable.
Mito sobre la necesidad de pasar hambre para tratar la obesidad.
Es un mito sin fundamento, y en el que la clave es saber escoger los alimentos necesarios y su forma de consumirlos o cocinarlos. Elegir bien los alimentos, escoger bien la cesta de la compra, evitar alimentos vacíos en nutrientes pero muy ricos en calorías, y distribuirlas en cinco comidas diarias. Los picoteos deberían realizarse con frutos secos, verduras o frutas preferiblemente de temporada. Y en la cocina es importante el concepto de Medicina culinaria, priorizando cocciones como el vapor, la cocción, el horno o las ensaladas.
Mito sobre la idea de que dormir engorda.
Los estudio científicos desmontan por sí solos este mito, dado que se ha visto una mayor prevalencia de obesidad en las personas que duermen menos de cinco horas. Las personas que duermen al menos siete horas diarias, y son de cronotipo madrugador suelen presentar menor prevalencia de obesidad. Si además no trabajan a turnos, sino que se levantan a la misma hora todos los días mejoran su riesgo cardiovascular.
Mito: la fruta engorda.
La fruta no engorda cuando se come tras la comida o la cena. Contiene fructosa que añade calorías, pero como tiene fibra no genera picos de glucemia que ocasionan mayor lesión endotelial y por tanto riesgo cardiovascular. La fruta de temporada consumida a media mañana o a media tarde permite aumentar la saciedad y reducir el consumo de otros alimentos en la comida y en la cena.
Los mitos pueden ser consultados con su médico u otro profesional sanitario de Atención Primaria, y esto ayudará a mejorar la educación sanitaria de la población. Las redes sociales deben ser consultadas si son fuentes fiables. Entre todos, podremos vencer la pandemia de obesidad.