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La obesidad es una epidemia global y su importancia para la salud es evidente como demuestran multitud de estudios. Actualmente, la obesidad se ha convertido en uno de los problemas de salud más prevalentes en nuestra sociedad. Los bajos niveles de actividad física hacen que se gasten menos calorías de las que se consumen, contribuyendo a la alta prevalencia de obesidad. El sedentarismo en los niños y adolescentes es un hallazgo habitual, por ello es importante valorar el papel de la actividad física no solo en el mantenimiento del normopeso sino también en la mejora de otros parámetros relacionados con la salud física y mental. Conozcamos algo más en profundidad la obesidad.


Durante miles de años los humanos sobrevivieron a épocas de hambruna gracias a que depositaban energía en forma de grasa en el organismo. Nuestro genotipo, es decir el conjunto de genes de nuestro cuerpo, es propenso a la obesidad porque los genes ahorradores en un ambiente obesogénico alimentario y de inactividad como el que vivimos, confieren mayor susceptibilidad para el aumento de la adiposidad propio de la obesidad (hipótesis de los “genes ahorradores”).

concientate y conoce el cáncer Clinica do MuiñoLa epidemia de obesidad está condicionada por problemas biológicos debidos a la evolución de la especie humana y a la selección de genes ahorradores que permitieron utilizar eficientemente la energía y su depósito hace miles de años, sobreviviendo en los períodos de hambruna.

 

 

En aquellos momentos, los individuos incapaces de depositar grasa o delgados serían un error de la cadena evolutiva humana. Pero este genotipo es propenso a la obesidad en un ambiente obesogénico caracterizado por la opulencia, la abundancia, la inactividad y el consumismo.

La hipercolesterolemia o incremento de colesterol en sangre es un factor primordial en las enfermedades cardiovasculares influenciado tanto por factores genéticos como ambientales. Aunque los síntomas clínicos y los signos de hipercolesterolemia en niños no aparecen hasta el período de madurez, la formación de la placa de ateroma comienza en la niñez y adolescencia.

Por tanto ya a edades tempranas se van formando placas en la capa interna de las arterias que ocasionarán complicaciones años después cuando aumenten de tamaño y disminuyan el calibre de los vasos favoreciendo su obstrucción.

 

De todo lo anterior se deduce que la prevención desde edades tempranas es muy importante. En edad escolar hay una fuerte evidencia de los efectos beneficiosos de la actividad física sobre la salud musculoesquelética. Pero también sobre determinados componentes de la salud cardiovascular como el síndrome metabólico, sobre la hipertensión arterial leve en adolescentes y sobre el grado de adiposidad en niños con sobrepeso.

¿Cuál es la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en la infancia y adolescencia?


La prevalencia de obesidad en la infancia y adolescencia ha aumentado en todo el mundo en las últimas dos décadas, y representa el número de niños y jóvenes que la presentan.
Los datos de prevalencia de obesidad en la población infantil y juvenil entre 2 y 24 años en España documentados en el Estudio enKid, estimaron un 13,9% de obesidad y un 12,4% de sobrepeso. En conjunto, el exceso de peso supuso un 26,3%. Por sexos, la obesidad es más prevalente en varones (15,6%) entre los 6 y 13 años, frente a las chicas (12%) en las que es más prevalente entre los 6 y 9 años.

Dicho estudio demostró que la prevalencia de obesidad es más importante en la población en edad escolar, especialmente en los años que preceden al brote puberal siendo factores determinantes el consumo elevado de bollería industrial, el bajo consumo de frutas y verduras y el sedentarismo.


El valor del Índice de Masa Corporal (IMC) relaciona peso y talla. El aumento de IMC en la infancia es paralelo al riesgo de enfermedad cardiovascular en la edad adulta, aumentando dicho riesgo al aumentar la edad de los niños pero sin que exista un punto de corte a partir del cual el riesgo sea más importante.

Dado que el sobrepeso o la obesidad en los niños está aumentando a edades cada vez más precoces, debería prevenirse con mayor determinación para reducir las consecuencias adversas para la salud en el futuro.
Múltiples estudios ponen de manifiesto la estrecha relación entre los bajos niveles de actividad física en la adolescencia y el desarrollo y mantenimiento de la obesidad, cuya prevalencia está alcanzando niveles de epidemia. Por eso se debe promocionar la actividad física en los hijos para estar sanos.

Los dos pilares básicos para controlar el peso a cualquier edad son la dieta y la actividad física, y son fundamentales en las enfermedades crónicas no transmisibles (enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes tipo 2 y ciertas neoplasias). Estas son la principal causa de muerte y discapacidad en el mundo avanzado.

 

 

 

 

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica seis factores de riesgo relacionados con la dieta y la actividad física que influyen según la evidencia científica en el desarrollo de estas enfermedades crónicas: hipertensión arterial, diabetes, sedentarismo, sobrepeso y obesidad e hipercolesterolemia (OMS, 2009).


Así mismo, estos factores influyen en la pérdida de años de salud por lo que se estima que en el año 2020 causarán el 73 % de las defunciones y el 60 % de la carga de morbilidad manteniendo las actuales prevalencias. Su relación con la obesidad se basa en estudios que estiman que al menos tres cuartas partes de los casos de diabetes mellitus tipo 2, un tercio de los casos de ictus y enfermedades coronarias, la mitad de los casos de hipertensión y una cuarta parte de las osteoartritis pueden ser atribuidas al exceso de peso.

A nivel mundial, la OMS estima que el sedentarismo es el tercer factor de riesgo de mortalidad responsable del 5,5% de las muertes y del 2,1% de pérdida de años de vida con salud. De manera muy relacionada con éste, el sobrepeso y la obesidad son el cuarto factor de riesgo causando el 4,8% de las muertes y el 2,4% de pérdidas de años de vida con salud.

Estos porcentajes no se suman sino que se potencian, con lo que la importancia de la obesidad, el sobrepeso y el sedentarismo son evidentes, principalmente en países con mayor renta de ingresos donde los porcentajes se elevan al 7,7% de las muertes y el 4,1% de pérdida de años de vida con salud.

 

Mayor relevancia presenta el hecho de que ambos factores se presentan cada vez a edades más tempranas en la adolescencia e incluso en la infancia. La obesidad aumenta sustancialmente el riesgo de diabetes y enfermedad cardiovascular, así como ciertos tipos de cáncer, convirtiéndose en la segunda causa de mortalidad prematura y evitable después del tabaco.

Su impacto sobre la morbimortalidad, la calidad de vida y el gasto sanitario hacen que sea considerada como un importante problema desde el punto de vista de la Salud Pública. La distribución visceral o abdominal de la grasa corporal se correlaciona mejor con el riesgo de cardiopatía isquémica que la valoración de la cantidad de grasa total.
Según la OMS la obesidad en niños y adolescentes es el trastorno nutricional y metabólico más prevalente y la principal enfermedad no transmisible a dichas edades.

La prevalencia en determinados países llega al 15%, un punto crítico a juicio de la OMS como para iniciar inmediatamente una intervención. Se estima que en la Unión Europea hay más de 14 millones de niños y adolescentes con sobrepeso, de los cuales unos 3 millones son obesos. En torno a uno de cada cuatro niños europeos tienen sobrepeso, cada vez a edades más tempranas.

Existe evidencia de que los niveles moderados a altos de forma física conllevan un riesgo considerablemente menor de enfermedad cardiovascular y mortalidad por todas las causas. Una baja forma cardiovascular es la afección más común y grave asociada a la obesidad, guardando relación con la morbimortalidad en esta población.

 


La tendencia de aumento de la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes en los últimos 20 ó 30 años, recuerda el aumento de talla acontecido en el siglo XX. Ahora se estima que ocurrirá algo similar con el peso.

Cuando se valora el IMC  en la población infantil se expresa en percentiles según edad y sexo, utilizándose para definir el sobrepeso y la obesidad. Un percentil superior al 85 indica exceso de peso, sobrepeso o preobesidad. Si supera el percentil 97 indica obesidad, y por encima del percentil 99 indica obesidad mórbida. Estas mediciones son habituales en la edad pediátrica y en la adolescencia inicial.
En adultos y adolescentes el IMC superior o igual a 25 indica sobrepeso, por encima de 30 indica obesidad grado I, superior a 35 indica obesidad grado II y por encima de 40 es indicativo de obesidad grado III u obesidad mórbida.


¿Cual es la relación de la obesidad con la actividad física?


Además del aumento de la ingesta calórica, los avances tecnológicos y el transporte empleado para los desplazamientos han disminuido la actividad física realizada en el día a día. El sedentarismo se acrecienta con la progresiva automatización de las actividades cotidianas, y esto se relaciona con la obesidad.


La actividad física que realiza el adolescente se relaciona con su actividad en la escuela o con su tiempo libre según sus preferencias y aptitudes. Su realización regular protege contra un aumento de peso perjudicial, a diferencia del sedentarismo o del ocio inactivo que lo favorecen.
La recomendación de realizar diariamente al menos 30 minutos de actividad física de intensidad moderada pretende reducir enfermedades cardiovasculares y mortalidad global al reducir el sobrepeso y la obesidad.

 

 

¿Y cual es la relación de la obesidad con la alimentación?


El exceso de ingesta calórica frente a las necesidades reales de calorías de cada persona, o el bajo gasto energético están en el origen de la obesidad, especialmente el aumento en la ingesta de grasa.

En España, el consumo diario de grasa supera los 100 gramos diarios tanto en población adulta como infantil. Es el macronutriente de los alimentos que más se ha modificado en las últimas décadas, pasando de representar el 32% de las calorías totales en 1964, al 40-45% del valor calórico total en 2004, incremento paralelo al aumento de la prevalencia de obesidad en los países desarrollados.

El tipo de grasa más dañino por su alta capacidad para incrementar las placas de ateroma que se van formando en el interior de las arterias es el que se utiliza en la bollería principalmente: las grasas trans.
La OMS también propuso reducir el consumo de azúcar porque consideró probado el efecto obesogénico de las bebidas azucaradas, especialmente en los niños.
El patrón alimentario ha cambiado, tendiendo a comer más veces fuera de casa (desayunos y cenas principalmente), con aumento en el tamaño de las raciones de los alimentos en todos los ámbitos, ya sea en el domicilio o restaurantes.


Respecto a los hábitos de alimentación, existe un elevado consumo de carne, pescado y lácteos, con un consumo insuficiente de cereales, patatas y legumbres. Existe tendencia al mayor consumo de frutas y hortalizas elaboradas, en detrimento de frutas y verduras frescas. Estos hábitos que se inician en la infancia y adolescencia se consolidan al crecer. Así, algunos estudios indican que sólo cinco de cada diez jóvenes de 16 a 24 años consumen verduras diariamente. En el caso de la fruta, entre cuatro y cinco de cada 10 jóvenes la consumen diariamente. Así que se debe promover una dieta saludable a todas las edades, cuanto antes se inicie más fácil será mantenerla con los años.

No se dispone de datos en menores de 16 años, pero probablemente las cifras sean similares. Ya desde edades tempranas se debe luchar contra la obesidad y el sedentarismo para reducir riesgos en edades adultas.