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El glaucoma es una enfermedad ocular que afecta al nervio óptico como consecuencia de una presión excesiva intraocular. Puede ocasionar alteraciones visuales con pérdida de visión inicialmente en la periferia del campo visual.
Se trata de una enfermedad progresiva con habitual afectación en gente mayor de 50 años, aunque es mucho más frecuente a partir de los 70 años. Es la segunda causa de patología ocular después de la catarata y la segunda causa de ceguera en el mundo.

El glaucoma puede asociarse a determinadas enfermedades raras como el síndrome de Rieger, síndrome de Sturge-Weber o la disgenesia segmentaria anterior. En estos casos el glaucoma es congénito y se desarrolla antes de los 3 ó 5 años de edad.
De manera sencilla y gráfica, debemos considerar al ojo como una estructura similar a una bola llena de líquido.
El líquido intraocular está continuamente produciéndose en el ojo y reabsorbiéndose en equilibrio. Si por cualquier causa se produce una mayor cantidad de líquido, la presión dentro del ojo aumenta. Pero también puede aumentar dicha presión si la salida del mismo no es adecuada y se reduce. En estos dos supuestos hablamos de un glaucoma de ángulo abierto, más relacionado con el ocasionado por traumatismos oculares o uso de corticoides tópicos por ejemplo.


El otro tipo de glaucoma es el de ángulo cerrado. En este caso, el ángulo por el que se vacía el líquido intraocular está obstruido y no drena adecuadamente. Esto incrementa de manera brusca la presión intraocular y puede comprimir estructuras vecinas muy sensibles como es el nervio óptico. Esta obstrucción se produce cuando hay ciertas hemorragias, en tumores oculares, tras una cirugía ocular como un prolapso de una lente al operarse de cataratas, o si se forman nuevos vasos sanguíneos que acaban obstruyendo el ángulo de salida por donde drena el líquido.

¿Cuáles son los factores de riesgo del glaucoma?


Los factores de riesgo para desarrollar un glaucoma son:
.- La edad: es el factor más importante. Su  prevalencia, en población europea de más de 40 años, se estima en un 2% y se eleva al 6% en mayores de 70.
.- La raza: ciertos tipos de glaucoma son más frecuentes en pacientes de origen africano o asiático.
.- la historia familiar: los familiares de primer grado tienen un riesgo de 3 a 5 veces más que la población general de desarrollarlo.
.- Factores oculares: la presencia de miopía, tener la córnea delgada o la hipermetropía son factores de riesgo de glaucoma.
.- El uso de corticoides oculares durante más de 4 semanas incrementa el riesgo.


Conviene saber que la hipertensión arterial no incrementa el riesgo de padecer glaucoma. Como tampoco tiene relación con las migrañas o la diabetes mellitus.

 


¿Cómo se diagnostica el glaucoma?

Actualmente no existen suficientes evidencias científicas para recomendar la realización del cribado de glaucoma en población general. Quizás el médico de familia debe estar atento a los pacientes que pueden tener mayor riesgo de padecerlo, para que ante ciertos síntomas visuales se piense en esta enfermedad y se llegue a su diagnóstico.


En los dos tipos de glaucoma debemos pensar que puede o no haber síntomas inicialmente. El glaucoma de ángulo abierto al principio no da síntomas y su detección sucede en un examen oftalmológico en personas con los factores de riesgo descritos.

El dolor y enrojecimiento ocular aparecen con valores muy altos de presión intraocular, por lo que pueden estar años sin síntomas hasta que empiezan a ver “como por un túnel”. Se pierde la visión en la periferia y puede ir progresando hasta la ceguera en un periodo de hasta 25 años. Este tiempo tan largo se debe a que pueden hacer falta la pérdida de más del 40-50% de la fibras nerviosas para que ocasione síntomas visuales de pérdida de visión.

 


Cuando sucede un glaucoma de ángulo cerrado, la persona refiere de manera brusca dolor ocular, enrojecimiento del ojo y visión borrosa con halos luminosos. Pueden asociar dolor de cabeza, náuseas, vómitos y afectación general. Suelen presentar por las tardes, con la disminución de la luz del sol, estas crisis de dolor que son repetidas. Al explorar el ojo, la pupila reacciona mal a la luz y apenas se contrae. Además el ojo suele estar rojo. Ocasionalmente pueden presentar cefalea y presencia de halos luminosos.
En estos casos debe realizarse un examen de fondo de ojo para ver el interior del ojo y debería medirse la presión intraocular. Ésta se realiza mediante tonometría y puede estar accesible en las Ópticas, aunque conviene hacer revisiones oftalmológicas periódicas en estos pacientes.


¿Cómo se trata el glaucoma?

El objetivo general es preservar la función visual y la calidad de vida del paciente. Si conseguimos reducir la presión intraocular,  retardamos las lesiones de las fibras del nervio óptico y conservamos la visión.

Es muy importante el control y tratamiento del glaucoma para reducir la presión intraocular y evitar el daño de las fibras nerviosas del nervio óptico. Ese descenso de presión retarda la progresión de la enfermedad, y es muy importante sobretodo en personas de alto riesgo. Es sencillo y coste-efectivo, por lo que no se deben abandonar los controles de salud aunque se encuentren sin síntomas visuales. Ni tampoco se deben abandonar los tratamientos pautados.
En cuanto a los tratamientos usados, suelen emplearse colirios. Estos deben aplicarse a las horas indicadas por el oftalmólogo para mantener la presión intraocular entre los límites recomendados.

Se usan fármacos que aumentan el drenaje o vaciamiento del líquido ocular, o que reducen la producción del mismo. La elección corresponde al oftalmólogo que conoce todas las características del paciente, sus posibles efectos secundarios y la capacidad de cumplimiento de las pautas farmacológicas.

En ocasiones, las personas que padecen glaucoma y aplican sus colirios pueden consultar por mareos o inestabilidad al caminar. En estas ocasiones, el médico de familia puede valorar hacer un electrocardiograma por la posibilidad de un efecto secundario de estos colirios. Aunque son poco frecuentes, no se debe olvidar que pueden provocar un descenso del ritmo del corazón, sobretodo en personas mayores con cardiopatías y otros tratamientos concomitantes.
Otro efecto secundario a considerar son las irritaciones oculares en relación con los excipientes y conservantes de los colirios. Suelen aparecer al iniciar el tratamiento y pueden obligar a cambiar el colirio. La causa puede ser una alergia o una hipersensibilidad a los conservantes.


En ciertos casos muy concretos de glaucoma, puede ser necesaria la intervención quirúrgica. El láser es una técnica muy empleada, y los resultados van a depender de la edad, el tipo de glaucoma, su gravedad y la medicación tópica habitual.

 

Detectar una crisis de glaucoma, puede salvar tu visión. Revisa tus ojos con regularidad en la Óptica y tu médico valorará la necesidad de consultar con el oftalmólogo.