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Ya seas niño, anciano o adulto, no estás libre de padecer fiebre. Se considera fiebre la temperatura corporal superior a 38º C, y las causas son muy variadas. Aunque la principal causa son las infecciones, puede haber otros motivos. Lo que debes saber en torno a los cuidados que precisas y cuándo consultar con tu médico es muy sencillo.

La temperatura corporal suele ser estable y está aproximadamente en un rango entre 36-37ªC. La importancia de mantenerla en estos niveles es vital para que el funcionamiento del organismo sea el adecuado y no se vea alterado. Cuando la temperatura baja de los 35º C o sube de 38º C, las enzimas necesarias para la actividad celular y para transmitir señales hormonales pueden verse alteradas. Esto puede ser un auténtico desastre en el organismo y por eso éste inicia una serie de cambios fisiológicos ante una infección, una inflamación o en algunos tipos de cáncer. El cambio más importante es la sudoración que se produce, ya que de esta manera elimina calor del cuerpo. Por condensación en la piel se forman pequeñas gotas que intentan reducir la temperatura interna y mantenerla en los niveles óptimos.

Hay muchos motivos para tener fiebre. La más frecuente es la debida a infecciones víricas como la gripe, pero también los virus intestinales que causan gastroenteritis o los que causan catarros son habituales. Producir flemas es una consecuencia de infecciones tanto víricas como bacterianas que atacan al epitelio de todo el aparato respiratorio. Cuando tienen un aspecto amarillento o verdoso pueden asociarse a fiebre, y hacernos pensar que hay alguna complicación.

 

Si la fiebre se mantiene al menos 48-72 horas, deberíamos acudir al médico para hacer un adecuado diagnóstico y tomar el tratamiento más indicado.

De todas las causas víricas de fiebre, la gripe es una infección aguda frecuente en épocas de frío como el invierno o el otoño, aunque no exclusiva de estas estaciones por lo que puede aparecer en cualquier momento del año. Su transmisión se produce mediante las pequeñas gotitas de saliva que expulsamos al toser, hablar o estornudar.

Tanto en el caso de la fiebre como en otras infecciones víricas respiratorias o intestinales, conviene evitar su contagio siguiendo una adecuada higiene: lavarse las manos con frecuencia y usar pañuelos desechables de papel al estornudar  o toser.

Aunque también conviene saber que ciertos procesos inflamatorios como las vasculitis o ciertos procesos reumatológicos pueden asociar fiebre en algún momento de la enfermedad, o los procesos tumorales. En estos casos, ciertas sustancias que elaboran favorecen la reacción del organismo y generan fiebre. Pero algunas veces no se encuentra la causa de los procesos de fiebre, y en ese caso hablamos de fiebre de origen desconocido, aunque esto no es objeto de este artículo.

 

En el caso de que tengas fiebre, debes tomar antitérmicos habituales en el botiquín de cualquier hogar. Los más habituales son el paracetamol, el ibuprofeno o el metamizol, aunque hay quien recurre a los antigripales de la farmacia o a medidas caseras como el típico paño húmedo en la frente o una ducha.

¿Cómo puedo aliviar la fiebre?

Además de tomar antitérmicos, también podemos aliviar los síntomas recurriendo a medidas físicas sencillas: aligerar la ropa que tienes encima, estar en cama con los brazos fuera, poner paños húmedos fríos en frente y brazos o darse una ducha.

Para mejorar la recuperación de la fiebre y durante la misma, es bueno dormir bien para descansar y seguir algunos consejos alimentarios:

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Incrementar el consumo de líquidos a 1.5 ó 2 litros diarios siempre que no exista contraindicación de sobrecarga como puede suceder en ciertas enfermedades cardiacas o renales. Esta ingesta incluye en forma líquida no sólo el agua, sino purés, sopas, caldos, consomés, zumos o infusiones que apetecen más en situaciones febriles y pueden espaciarse en pequeñas ingestas a lo largo del día. De esta manera se repone el líquido, las sales y los minerales que se pierden por el sudor.

 


Consumir alimentos ricos en vitamina C por su poder antioxidante e inmunoestimulante. Esta vitamina abunda en los cítricos (naranja, limón, kiwi) y en las verduras de hoja ancha y verde como espinacas o acelgas. Su posibilidad de cocinarlas en cremas o purés, o de hacer zumos con las frutas señaladas, los convierten en la primera opción alimentaria.


Consumir alimentos ricos en vitamina A por su poder estimulante inmune, y presentes en verduras y pescados azules como la caballa, la sardina, el bonito,…

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Consumir alimentos ricos en vitamina B por refuerzo sobre el sistema inmune. Son alimentos ricos en esta vitamina los cereales integrales, las legumbres, las verduras y también ciertas carnes como la de ternera.


Consumir alimentos ricos en zinc, presente en huevos, hortalizas y verduras (apio, berenjenas o espárragos) principalmente.


En casos en que no exista diarrea asociada, ni contraindicaciones como en la intolerancia o alergia a lactosa, o en diabetes, es aceptable acompañar los antitérmicos con un vaso caliente de leche con miel. La miel contiene vitaminas y minerales muy recomendables, al mismo tiempo que mejora el sabor de la leche facilitando su ingesta.

Es habitual que en los procesos de fiebre no tengamos ganas de comer.  Aunque ésta se recuperará de manera progresiva, conviene seguir una dieta con abundantes líquidos que ayuda a recuperar el agua y las sales que se pierde en el sudor.


Los cuidados alimentarios y el reposo son los pilares del tratamiento de cualquier enfermedad que produzca fiebre al mismo tiempo que tomas antitérmicos. Cuídate.