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La epilepsia es una enfermedad neurológica en la cual un grupo de neuronas produce de manera continua y excesiva una actividad eléctrica que se traduce en impulsos nerviosos. Dichos impulsos nerviosos suponen descargas eléctricas a las fibras musculares asociadas y genera una actividad muscular continuada que puede causar convulsiones.

Aunque la intención no es repasar todas las formas clínicas de epilepsia, conviene saber de manera general que esta enfermedad puede asociar o no una pérdida de conciencia al mismo tiempo que se produce la descarga de actividad neuronal.

Las distintas formas de epilepsia pueden suponer actividad muscular repetitiva, fenómenos sensitivos o sensoriales, hiperactividad autonómica con cuadros de sudoración o alteraciones de conducta.

 

 

 

Lo más habitual es que se produzca una pérdida de conocimiento seguido de una convulsión: movimientos repetitivos de contracción de los miembros, con espumación de la boca, mordedura de lengua, y pérdida en el control de los esfínteres. Es frecuente que durante la crisis se orinen o se produzca pérdida de heces como consecuencia de la relajación de los esfínteres. Al termina la crisis, se produce un estado de somnolencia o periodo postcrííico en el que la persona puede no recordar lo sucedido, parece aturdido y tiene tendencia al sueño.

 

La causa más frecuente de epilepsia se desconoce, es decir, se detecta un foco cerebral irritativo pero no se sabe por qué se produce. En otras ocasiones la epilepsia se debe a una traumatismo craneal, a un cuadro de ictus isquémico o hemorrágico, a una ingesta etílica excesiva, al consumo de fármacos, etc., cualquier situación que altere la salud cerebral.

La recurrencia de las crisis epilépticas determina que podamos hablar que una persona sufre epilepsia. Esto significa que una única convulsión en el contexto de una hipoglucemia de un diabético, o en el contexto de un proceso de fiebre en un niño, no significa que dicha persona es epiléptica.

 

Lo que determina la severidad de la epilepsia depende de las complicaciones que puedan suceder como consecuencia de tratamientos antiepilépticos, por la evolución de la propia enfermedad o su causa original, y no por el mero hecho de su diagnóstico.

 

¿Qué tipos de crisis de epilepsia existen?.

Aunque no se trata de hacer un repaso a los distintos tipos de epilepsia, las más habituales son:

.– Crisis parciales simples: en las que no hay pérdida de conocimiento pero con contracciones musculares en un brazo, en una pierna o en la mitad del cuerpo. Algunas de estas crisis pueden iniciarse en un foco cerebral y extenderse, lo que supone una contracción progresiva primero en un miembro y después en otro. Estas formas no siempre son en forma de contracción sino que pueden ser de manera sensitiva (sensaciones raras en la piel, gustativas, auditivas, olfativas,…

.- Crisis parciales complejas en las que hay pérdida de conocimiento durante la crisis, con movimientos repetitivos estereotipados como succión, movimientos de manos y boca, abrir y cerrar una puerta,… y en ellas la persona está totalmente desconectada del medio.

.- Las crisis parciales que hemos comentado afectan a una parte del cuerpo pero se pueden generalizar a una crisis generalizada.

.- Las crisis generalizadas se caracterizan porque en esta epilepsia se afecta todo el cuerpo. Pueden ser en forma de ausencias o crisis mioclónicas.

.- Las crisis de ausencia son pérdidas de conocimiento más o menos breves con recuperación brusca, en las que desconecta del medio exterior aunque esté con los ojos abiertos. Son más habituales en niños y presentan un trazado electroencefalográfico específico.

.- Las crisis mioclónicas producen espasmos musculares, contracciones breves y bruscas que se pueden desencadenar con estímulos sensoriales como descargas de luz, ruidos,…

.- Las crisis de epilepsia tónicas se caracterizan por un espasmo de contracción mantenida del músculo o músculaos afectados con una pérdida súbita del tono postural y caída

Existen muchos más tipos de epilepsia, pero no se trata de hacer una revisión completa de los tipos sino de ver los más habituales.

¿Cómo se diagnostica la epilepsia?

El diagnóstico de la epilepsia es clínico observando las crisis o su descripción por parte de un testigo.

Conocer de manera detallada lo que sucede durante, antes y después del cuadro es muy importante para que el médico determine si el cuadro corresponde a una crisis epiléptica o no.

Conocer las causas de epilepsia no es el objeto de este documento pero conviene saber que la principal causa se desconoce.

 

En personas mayores suele estar en relación con un trombo cerebral antigüo que ha ocasionado un foco de neuronas que no tienen flujo sanguíneo, y que se convierte en un foco epiléptico que descarga toda su actividad eléctrica de manera repetida. También son frecuentes los tumores cerebrales como una causa que debuta mediante una crisis convulsiva.

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En personas con el diagnóstico previo de epilepsia, la aparición de nuevas crisis tiene que ver con la toma irregular del fármaco antiepiléptico o con no tomarlo. La ingesta de alcohol en persona que toman estos tratamientos y las interacciones con otros fármacos son también motivo de desencadenar nuevas crisis.

 

 

¿Cómo debemos actuar ante una persona con una crisis de epilepsia?

En cualquier momento podemos ser testigos de una crisis epiléptica. Saber qué debemos y qué no debemos hacer puede ser de gran ayuda.

Durante la crisis es importante evitar que la persona se golpee o se caiga desde una altura, como las escaleras por ejemplo. Deben retirarse todos aquellos objetos que supongan un peligro de lesión como sillas, bordes de mesas, puertas, precipicios o alturas, …

En ningún momento se debe intentar sujetar brazos o piernas para evitar las contracciones, ya que son tan violentas que puede causarse una fractura de un brazo o pierna al sujetarlos.

Debe evitarse que la lengua sea mordida por la contracción mandibular, por lo que conviene poner algo en la boca que no sea lo suficientemente duro como para hacerse daño, ni lo suficientemente blando o pequeño como para que lo rompa y lo trague.

 

Aunque las crisis pueden parecer “eternas”, suelen durar menos de uno o dos minutos, durante los cuales se debe intentar mantener la calma y avisar a los servicios de urgencias. El 112 o el 061 tiene personal médico que atiende cualquier problema sanitario y puede dar instrucciones mientras llega la ayuda solicitada.

Si la crisis de epilepsia ha cedido, lo habitual es que entre en estado postcrítico de somnolencia. En estos casos se debe colocar en posición de seguridad (ver imagen adjunta). Al colocarlo de lado evitamos que aspire vómito o su propia saliva, así como que la lengua se desplace hacia atrás.

Ante cualquier persona que sufre una primera crisis epiléptica conviene trasladarlo al hospital para un adecuado diagnóstico de la causa. Cuando es un epiléptico conocido, lo más importante es comprobar la adecuada toma del tratamiento y evitar desencadenantes conocidos como pueden ser luces intensas, fármacos o alcohol.

 

Aunque no se debe prohibir la práctica de deporte a personas con epilepsia, conviene no realizar deportes de riesgo como submarinismo, alpinismo o espeleología por el riesgo que entraña sufrir una crisis durante su práctica.

Para poder conducir un vehículo es necesario que la persona esté estable sin crisis epilépticas al menos durante un año.