Seleccionar página
Conocemos lo importante que resulta durante el envejecimiento el estado nutricional como indicador de salud, capacidad funcional y calidad de vida. La falta de actividad física, el tabaco, la hipertensión arterial, la obesidad y la hiperglucemia o diabetes son factores de riesgo de las enfermedades crónicas no transmisibles reconocidas por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Son factores de riesgo causantes de una elevada morbimortalidad en la población en relación con las enfermedades crónicas asociadas al envejecimiento, y se asocian de manera directa o indirecta con una inadecuada alimentación. Repasemos los cambios físicos que suceden durante el envejecimiento y que influyen en una adecuada nutrición.

envejecimiento y FCRCV

Factores de riesgo modificables y porcentaje de mortalidad atribuibles (OMS 2010)

Existe una gran variabilidad en los requerimientos nutricionales, diferencias que se incrementan al avanzar la edad. De manera general, se debe mantener la ingesta proteica salvo insuficiencia renal (10-20 %),  moderar ingesta de grasas (30-35 %), consumir hidratos de carbono complejos (50-55 %), evitar deshidratación y valorar aporte de vitaminas.

En el caso de las personas mayores de 65 años, aunque el sobrepeso y la obesidad puede llegar al 40%, las tasas de prevalencia de malnutrición en ancianos no institucionalizados ni hospitalizados varía entre el 1-15%. Y aproximadamente un 25% de la población mayor no institucionalizada tiene ingestas energéticas deficitarias. 

En el Estudio Anibes realizado en España y publicado en 2015, el grupo de edad entre 65 y 75 años de la población estudiada presentaba un consumo diario medio de energía de 1618 kcal diarias, siendo menor el consumo entre las mujeres. Los principales grupos de alimentos que contribuyen a la ingesta diaria de energía en este grupo de edad fueron el pan, el aceite de oliva, las carnes y la fruta.

cuidar envejecimiento

El fenómeno de envejecimiento supone que una población aumenta su esperanza de vida. El aumento de la esperanza de vida en las sociedades occidentales y la baja tasa de natalidad, supone un incremento del grupo de edad de personas mayores de 65 años, o cual implica un envejecimiento poblacional que supone un reto para la sostenibilidad de los sistemas sanitarios de cara al futuro.

 

 

Entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial con más de 60 años de edad pasará de 900 millones hasta 2000 millones, lo que representa un aumento del 12% al 22%. En España, se estima que en 2050 las personas con más de 65 años serán un tercio de la población, de los cuales más de cuatro millones tendrán más de 80 años.

Acaba de publicarse el informe “Panorama de salud 2017” de la OCDE con los países y su esperanza de vida, siendo los tres primeros países: Japón, Francia y España.

Envejecimiento implica vivir más años, con lo que los cambios progresivos en la estructura y función de los órganos es inevitable. Estos cambios permiten adaptarse hasta el final de la vida, pero alteran la adecuada alimentación y nutrición de los mayores.

La alimentación y correcta nutrición de las personas mayores puede verse modificada por cambios fisiológicos, psicológicos, sociales y económicos asociados a la edad. Los ancianos con criterios de desnutrición tienen mayor riesgo de ser hospitalizados e institucionalizados, ya que ambas cuestiones están íntimamente ligadas a complicaciones cardíacas, neurológicas, e infecciosas principalmente. De ahí que una adecuada alimentación en estas edades pueda prevenir complicaciones de patologías crónicas previas, mejorar la dependencia funcional de los mayores y reducir estancias hospitalarias.

En los países desarrollados, independientemente del lugar en el que viven, las principales causas de mortalidad son las enfermedades cardíacas, los accidentes cerebrovaculares, el cáncer y las enfermedades respiratorias.

En las personas de edad avanzada es más habitual encontrar pluripatología, polimedicación y menor capacidad funcional que en las personas adultas. Ambos factores implican una mayor vulnerabilidad respecto a los cambios físicos, psíquicos y sociales que aparecen con la edad.

 

Cambios físicos durante el envejecimiento

Los cambios físicos suelen aparecer en relación con la composición corporal del organismo: existe descenso en la masa magra, en el porcentaje de agua corporal y en la masa ósea; lo cual repercute en la fisiología de cada órgano o aparato.

Así, a nivel del aparato digestivo se produce una disminución en la capacidad de digerir y absorber nutrientes: la boca pierde piezas dentarias, se atrofian las papilas gustativas, existe cierto grado de xerostomía o sequedad de boca asociada a la toma de medicamentos, el estómago suele presentar gastritis atrófica y se retrasa el vaciado gástrico, el páncreas disminuye su función exocrina y el intestino delgado no absorbe nutrientes como el calcio o ciertas vitaminas.

A nivel endocrinológico, la diabetes mellitus tipo 2 es la patología más prevalente, seguida de la disfunción tiroidea y la osteoporosis.

La osteoporosis se caracteriza por un déficit de masa ósea que condiciona un aumento del riesgo de fracturas (sobretodo vertebral, cadera y muñeca), ocasionando un aumento de la dependencia funcional, discapacidad y morbimortalidad. El aporte adecuado de calcio es fundamental, sobretodo en las mujeres, de ahí que deba consumirse leche o derivados lácteos como yogures o quesos bajos en grasas. Además, debe ir acompañada de una adecuada exposición solar diaria para disminuir dicho riesgo de fracturas.

A nivel respiratorio, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica presenta una gran prevalencia, y aunque la medida más importante es evitar el tabaco, suele ser frecuente una disminución del apetito. En estos pacientes puede haber un incremento de las necesidades energéticas como consecuencia del incremento del esfuerzo respiratorio (más frecuente en el perfil enfisematoso que quizás precisa aportes nutricionales extras), o puede asociarse a obesidad que empeora la ventilación (más habitual en el perfil de bronquítico crónico), que puede beneficiarse de una reducción de su peso.

 

A nivel cardiovascular, patologías como la hipertensión arterial o las dislipemias están claramente asociadas a estados nutricionales inadecuados. Son la causa más importante de mortalidad y deterioro funcional en los mayores de las sociedades desarrolladas. Según el estudio Predimed, la dieta mediterránea podría reducir hasta en un 30% el riesgo cardiovascular. La alta ingesta de colesterol y grasas saturadas incrementan la colesterolemia, los niveles de LDL y el riesgo cardiovascular en adultos, aunque a edades ya muy avanzadas algunos estudios sugieren que deja de ser un factor de riesgo.

Durante el envejecimiento, la hipertensión arterial es un factor de riesgo cardiovascular más importante que la hipercolesterolemia. Por eso, además de adecuar el peso para su correcto control se recomiendan leves restricciones de sodio en los alimentos. En ancianos hipertensos, la restricción de sal en las comidas a menos de 5 gramos diarios, puede ser el origen de malnutrición por rechazo de los alimentos, ya que disminuye su palatabilidad, y por tanto, puede suponer pérdida de apetito. Dietas excesivamente sosas asociadas a la hiporexia del anciano pueden producir malnutrición, por lo que se debe sopesar las medidas más adecuadas según situación funcional y dependencia funcional.

A nivel urinario, la incontinencia urinaria es muy frecuente y puede empeorar con la ingesta de líquidos recomendada o el uso de diuréticos que pueden obligar al uso de productos de incontinencia urinaria y tener repercusión social empeorando su calidad de vida. En la insuficiencia renal crónica y aguda precisan en general se aconseja una dieta hipoproteica adecuada.

cuidar envejecimientoA nivel del sistema nervioso, la patología más prevalente es la demencia. En general se recomienda un mayor consumo de pescado como fuente de ácidos grasos poliinsaturados, y un menor consumo de grasas saturadas o colesterol. El deterioro físico y psíquico que sufren conlleva alteraciones en sus hábitos dietéticos favoreciendo la aparición de deficiencias nutricionales de folatos, tiamina, piridoxina y cianocobalamina.

Los distintos tipos de demencia aumentan su prevalencia con la edad, y en relación con la nutrición, además de los aspectos comentados como riesgo cardiovascular más íntimamente asociados a las demencias vasculares, los déficits de folatos, vitamina B12 y hormonas tiroideas, pueden favorecer el desarrollo de deterioro cognitivo. La desnutrición en el anciano con demencia suele relacionarse con factores cognitivos (olvidos o lagunas de memoria, trastornos de conducta o ideas delirantes de envenenamiento) o con trastornos de la deglución (disfagia orofaríngea).

El control analítico de estas carencias y el uso de suplementos nutricionales en el envejecimiento cuando es necesario, mejoran su situación nutricional.

A nivel inmunológico, la alta susceptibilidad de padecer infecciones puede deberse a deficiencias nutricionales unidas al deterioro del sistema inmunológico como consecuencia del envejecimiento. Algunos estudios indican que el consumo de probióticos podría contribuir a mejorar la respuesta inmunitaria tanto a nivel intestinal como a otros niveles.

Pero además, el aspecto sensorial fundamental para degustar las comidas suele empeorar con la edad. Así, los órganos de los sentidos sufren un deterioro progresivo que hace disminuir el apetito, y modificar la elección y preparación de las comidas. La pérdida del sentido del gusto y el olfato no sólo reduce el placer de las comidas, sino que son factor de riesgo de malnutrición, y a los cuales hay que prestar la debida atención.

Con la edad, disminuye la actividad física y el gasto energético lo cual condiciona las necesidades energéticas de cada persona. La anorexia es un hallazgo frecuente, refiriendo pérdida o ausencia de apetito, y mostrando un mayor desinterés por el consumo activo de alimentos. Además, suelen tomar múltiples fármacos, presentan varias enfermedades concomitantes, entre otras, deterioro cognitivo o depresión, que impliquen una menor ingesta.

cuidar envejecimiento

Y a todo lo anterior hay que sumar los factores sociales, que son relevantes en la nutrición del mayor. El aislamiento, la pobreza, el maltrato o la incapacidad funcional no sólo favorecen cambios psíquicos como depresión, ansiedad y deterioro cognitivo, sino que pueden asociar aspectos de carácter socioeconómico que impliquen que la preparación de las comidas, la compra de alimentos o compartirlos en el hogar lleven a una alimentación más monótona y descuidada.

 

 

Envejecimiento no debe convertirse en sufrimiento: ¡¡cuídalos¡¡