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El vino es una bebida fermentada obtenida del prensado y procesado de la uva. En general, no suele tener más de 15º de alcohol, y aunque hay cierta información confusa, su consumo moderado está reconocido como un elemento beneficioso a considerar en una dieta Mediterránea.

Existen testimonios arqueológicos que sitúan la primera producción vitivinícola en el Neolítico en las regiones de Irán e Irak. Posteriormente, su producción se fue extendiendo progresivamente a la cuenca del Mediterráneo en tierras de Grecia, Egipto, Italia y España.

Aunque las primeras bodegas se encontraron en Georgia, existe documentación sobre los cuidados de la vid, la cosecha y prensado de las uvas en la antigüa Grecia en la que se conservaba el vino en pellejos de cabra.


Al ser un elemento fundamental en las celebraciones cristianas, la propagación del cristianismo permitió extender la cultura de la vid y la producción del vino, principalmente vinculada a los monasterios.

 

 

España es uno de los principales productores de vino a nivel mundial con multitud de denominaciones de origen de vino tinto o blanco. Su situación en torno al paralelo 40 permite la producción de distintas cepas de uva al igual que otros países en dicha latitud como California en Estados Unidos. En el hemisferio sur, la latitud 40 pasa por países como Australia o Chile también reconocidos por sus caldos.

El consumo de vino en nuestro país puede considerarse alto, pero también lo es la esperanza de vida. La producción anual de vino en los pueblos facilita el consumo diario por su mayor disponibilidad, por lo que es fácil incorporarlo en la dieta habitual aunque no sea de un patrón mediterráneo.

En un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista Circulation en 2018 se comentaba que un estilo de vida con un patrón de dieta saludable, un consumo moderado de alcohol, sin fumar , con una actividad física regular y evitando la obesidad se asociaba a un bajo riesgo de mortalidad prematura.

Es verdad que este artículo se basaba en población de Estados Unidos, pero incluso en los organismos americanos más exigentes como la American Diabetes Association se reconoce el patrón de dieta Mediterránea como beneficiosa sin duda alguna para la salud o para la diabetes. Cuestión ya anunciada hace más de 50 años por el investigador americano Ancel Keys.

Enfermedades tan prevalentes como la diabetes se benefician de este patrón de dieta, si bien debemos considerar que el vino contiene azúcares libres que pueden empeorar el correcto control de la misma si no se atienden las recomendaciones.

 

Aunque no se trata de promover el consumo en personas abstemias, dentro de un patrón de consumo moderado, hay estudios que reconocen una reducción de la mortalidad cardiovascular con una cantidad de unos 20 gramos diarios de etanol en varones y de unos 10 gramos en mujeres.


¿Cuáles son los efectos del consumo moderado de vino?

Distintos estudios demuestran que el consumo moderado de vino consigue elevar la porción “buena” del colesterol, es decir los HDL, y reduce el fibrinógeno, con lo cual ejerce cierto papel protector de los procesos ateroescleróticos que pueden ocasionar un ictus o un infarto de miocardio.

El vino contiene polifenoles que tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que reducen el proceso de arterioesclerosis.

Aunque no hay motivos para prohibir un consumo moderado de bebidas fermentadas como el vino o la cerveza, es importante recalcar que no se debe promover su consumo en personas que no beben.

En personas que padecen un exceso de triglicéridos en sangre (hipertrigliceridemia) la recomendación es abstenerse del consumo de alcohol, dado que aumentan los niveles en sangre y ello constituye un factor de riesgo cardiovascular.

Tampoco es aconsejable el consumo de alcohol, ya sea vino o cerveza, ni siquiera en pequeñas cantidades en mujeres embarazadas, personas que trabajen con maquinaria o que vayan a conducir, o quienes tengan antecedentes de enfermedades del hígado o adicciones.

Entre las personas que consumen alcohol, el riesgo de mortalidad total y  cáncer es mayor en los niveles más altos de consumo.

En un patrón de consumo moderado como es la dieta Mediterránea, tanto el vino como la cerveza durante las comidas es recomendable.

Medio vaso de vino en la comida y cena, que vienen siendo 125 ml en cada una de ellas o 20 gramos de etanol diarios en varones, se acepta como un hábito saludable típico en nuestro pueblos desde épocas ancestrales.

Por su riqueza en taninos y resveratrol como antioxidante se recomienda vino tinto. En orden de beneficio de bebidas fermentadas le sigue el consumo de cerveza y después de vino blanco.

En el caso de las mujeres, por su distinto metabolismo, el consumo debería reducirse a la mitad y limitarlo a 10 gramos de etanol diarios, recalcando que debe evitarse durante el embarazo.

Por supuesto, no se recomienda el consumo de bebidas destiladas alcohólicas ni el consumo compulsivo ocasional los fines de semana, asociados a accidentes y lesiones centradas principalmente en el páncreas (pancreatitis).

En personas jóvenes, dado que el riesgo cardiovascular es muy bajo, la ingesta etílica incrementa el riesgo de mortalidad ya que el aumento de accidentes supera el posible beneficio de protección cardiovascular.

Disfruta una buena compañía y dieta saludable….y vive¡¡