Johann Sebastian Bach ha sido uno de los personajes más influyentes en la historia de la música. Fue un compositor de música barroca que compuso más de 1000 obras, muchas de ellas obras maestras. Pero lo que poco sabe la gente es que sufrió un calvario al padecer cataratas, lo que le podía dar una expresión facial de “bobo”, reflejo de las muecas y gestos que debía realizar con sus ojos para poder ver adecuadamente, dentro de sus posibilidades, y que significaba su defecto visual: las cataratas.
Johann Sebastian Bach trabajaba largas horas, leyendo, escribiendo y componiendo desde una edad temprana. Generalmente las condiciones de luz eran desfavorables, y el hecho de que trabajara con poca luz, mucho tiempo y a corta distancia favorecía la progresión de esta enfermedad. Algo similar sucede hoy en día entre los adolescentes que realizan tareas escolares, ya sea con ordenadores, tabletas o teléfonos móviles. La adolescencia es una etapa de la vida en la que hay que vigilar y fomentar los hábitos de salud.
En el más famoso y presumiblemente único retrato auténtico de Bach, realizado por Elías Haussmann en 1746, se aprecian pequeñas arrugas en la raíz de la nariz y en el entrecejo. Son el resultado de años de entrecerrar los ojos en un intento de ver más claramente, lo que se conoce popularmente como líneas de ceño fruncido.
Independientemente del nivel social, en tiempos de Bach las operaciones quirúrgicas ponían en peligro la vida del paciente, ya que no se realizaba anestesia ni antisepsia. De ahí que cada intervención quirúrgica no solo era un tormento para los pacientes, sino que también era una puerta de entrada para los gérmenes. Los instrumentos no se limpiaban adecuadamente ni se esterilizaban, y las manos de los cirujanos tampoco se lavaban, cuestiones impensables hoy en día.
La evolución de las cataratas de J.S. Bach hizo que la cirugía fuera inevitable. La punción de cataratas tuvo sus orígenes en la antigüedad. El cristalino que ya no era transparente se desprendía de su anclaje con una aguja y se hundía en la cámara anterior o en el humor vítreo, lo cual favorecía las complicaciones como el glaucoma secundario o la endoftalmitis, una infección bacteriana o por hongos en de todas las estructuras del ojo, que eran habituales tras la cirugía.
En aquella época, el más famoso de los cataratistas era John Taylor. Procedía de una familia de cirujanos, y ejercía su profesión viajando e interviniendo a domicilio. Enviaba previamente al lugar de la intervención a sus colaboradores para anunciarlo en las gacetas, y realizar más intervenciones a los invidentes con cataratas “maduras”. Este concepto de madurez significaba que el cristalino estaba blanquecino (algo que hoy prácticamente no sucede).
Viajaba en un carruaje fastuoso y se quedaba en un lugar varios días para poder atender las frecuentes complicaciones comentadas, que eran difícilmente evitables.
Se sabe de la cirugía de cataratas de J.S. Bach que fue realizada en dos ocasiones (a finales de marzo y principios de abril de 1750). Posteriormente Bach quedó ciego y pocos meses después del tratamiento de Taylor, Johann Sebastian Bach murió. ¿Estuvo su muerte relacionada con la intervención?. Pues, hay especulaciones, ya que transcurrieron exactamente cuatro meses entre la primera operación y la muerte de Bach. Es demasiado tiempo para que una septicemia sea una consecuencia directa de la operación.
Pero tengamos en cuenta que a la herida de la punción de la catarata no se le hizo ninguna sutura. Bach pudo haberse frotado el ojo ciego y seguramente dolorido (posible glaucoma secundario) y entonces haber reabierto la incisión ocular. Así, se habría abierto de nuevo una vía de entrada para los gérmenes patógenos.
El glaucoma secundario era muy habitual tras la intervención ya que la lente natural que tenemos en el ojo y que se llama cristalino no se extraía del ojo, estrechando las vías de evacuación o de salida del líquido intraocular o humor acuoso. Se producían aumento de presión porque las vías de circulación del humor acuoso quedaban desplazadas y también porque la cirugía cruda desencadenaba una reacción inflamatoria masiva.
La otra gran complicación de la época era la infección local o endoftalmitis.
Pero, ¿cómo es la cirugía de cataratas hoy en día?. Pues se trata de un procedimiento quirúrgico muy común que puede mejorar su funcionalidad. Para ello se calcula y escoge una lente intraocular de la potencia necesaria, y es posible que pueda volver a ver de forma excelente, sin gafas ni lentes de contacto una persona de más de 80 años.
Lo extraordinario es que las operaciones de cataratas actuales suelen requerir una apertura de menos de 2 mm, introduciendo una lente intraocular plegable. Previamente el cristalino enfermo se ha fragmentado con ultrasonidos o con un láser, y se han succionado los fragmentos.
La experiencia típica del paciente de hoy en día es completamente diferente a la que padeció Bach: después de la operación se puede confirmar que se ha obtenido una buena agudeza visual. ¡Es una intervención con un “efecto eureka” inmediato!.