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Los azúcares en la época actual parecen relacionarse con enfermedades crónicas no transmisibles como el infarto de miocardio o los accidentes cerebrovasculares, que son la principal causa de mortalidad. Los clásicos factores de riesgo como la hipertensión arterial, la dislipidemia, la diabetes, el sedentarismo, el tabaco o la obesidad son objeto de numerosos y continuos estudios para comprenderlos mejor y ver la manera óptima de su control cardiovascular. La relación de estos factores con la alimentación es conocida por su influencia directa según el consumo de alimentos.

Desde hace muchos años, los estudios han demostrado cómo los azúcares de los alimentos inciden directamente en la aparición y empeoramiento de la obesidad y de la diabetes tipo 2. Los hidratos de carbono que contienen pueden incrementar los valores en sangre o glucemias, y causar lesiones crónicas en las arterias del corazón, cerebro, ojos o riñones con graves consecuencias.

La salud cerebrovascular tiene una relación directa con lo que comemos, y entre los alimentos que más pueden dañarla se encuentran los azúcares refinados de absorción rápida presentes en productos en almíbar, procesados, bebidas azucaradas, bollería, pasteles, caramelos, snacks, …

Todos estos azúcares son metabolizados por bacterias y enzimas digestivos que hay desde la boca hasta el final del tubo digestivo. Nuestro microbioma codifica información valiosa sobre la propia evolución humana, y a veces puede dar pistas sobre aspectos que de otra manera no dejarían ningún rastro.

Los especímenes de gorila de Grauer que se pueden visitar en el Museo Real de África Central en Bélgica, muestran depósitos típicos de cálculos dentales en los dientes. Éstos están teñidos de color oscuro probablemente como resultado de su dieta herbívora hace miles de años.

 

Los hallazgos sobre el microbioma de las placas dentales de los neandertales ofrecen nuevas pistas sobre la evolución humana y la salud, así como la importancia que la nutrición ha tenido para nuestra especie.

Un nuevo estudio que analiza la historia evolutiva del microbioma oral humano muestra que los neandertales y los humanos antiguos se adaptaron a comer alimentos ricos en almidón hace 100.000 años, mucho antes de lo que se pensaba. Básicamente, el consumo de azúcares se centraba en alimentarse a base de frutos, hojas, hierbas, semillas y raíces.

azúcaresLos hallazgos provienen de un estudio de siete años que supuso la colaboración de más de 50 científicos internacionales. Éstos reconstruyeron los microbiomas orales de neandertales, primates y humanos, incluido al que se cree que es el microbioma oral más antiguo jamás secuenciado: un neandertal de 100.000 años. Las pequeñas escamas de cálculo dental se descalcificaron antes del procesamiento, para eliminar los minerales y liberar el ADN para su secuenciación.

 

El objetivo del estudio era comprender mejor cómo se desarrolló el microbioma oral, una comunidad de microorganismos de la boca que ayuda a protegernos contra las enfermedades y promover la salud, ya que se sabe poco sobre su historia evolutiva.

Los científicos analizaron la placa dental fosilizada tanto de los humanos modernos como de los neandertales y los compararon con los de los parientes primates más cercanos, los chimpancés y los gorilas, así como con los monos aulladores, un pariente más lejano.

Utilizando herramientas y métodos científicos recientemente desarrollados, analizaron genéticamente miles de millones de fragmentos de ADN conservados en la placa fosilizada para reconstruir sus genomas. Algo similar a cómo los arqueólogos reconstruyen minuciosamente antiguas vasijas rotas.


La mayor sorpresa del estudio fue la presencia de cepas concretas de bacterias orales que están especialmente adaptadas para descomponer el almidón.


Estas cepas, que son miembros del género Streptococcus, tienen una capacidad única para capturar las enzimas de la saliva que digieren el almidón, y que luego utilizan para alimentarse. La maquinaria genética que usa la bacteria para hacer esto solo está activa cuando el almidón es parte de una dieta regular.

Tanto los neandertales como los humanos antiguos que estudiaron los científicos tenían estas cepas adaptadas al almidón en su placa dental, mientras que la mayoría de los primates, que se deleitan casi exclusivamente con partes de plantas sin almidón, como tallos y hojas, casi no tenían estreptococos que pudiesen descomponer los azúcares del almidón.

Los hallazgos también parecen rechazar la idea de que los neandertales eran principalmente carnívoros, dado que el cerebro requiere glucosa como fuente de nutrientes y la carne por sí sola no es una fuente suficiente.

Para los investigadores, el hallazgo tenía sentido porque en las sociedades de cazadores y recolectores, los alimentos ricos en almidón como raíces, tubérculos, hierbas, nueces y semillas, son fuentes importantes de hidratos de carbono.

 

También reforzaba la visión más reciente sobre los neandertales de que sus dietas eran más parecidas al Homo sapiens de lo que se pensaba, es decir, ricas en almidón.

La investigación identificó 10 grupos de bacterias que han sido parte del microbioma oral de humanos y primates durante más de 40 millones de años y que todavía se comparten en la actualidad. Si bien estas bacterias pueden cumplir funciones importantes y beneficiosas, se sabe relativamente poco sobre ellas. Algunos ni siquiera tienen nombre.

Centrándose en los neandertales y los humanos de hoy, el análisis mostró sorprendentemente que los microbiomas orales de ambos eran casi indistinguibles. Solo al observar cepas bacterianas individuales pudieron ver algunas diferencias. Por ejemplo, durante la Edad de Hielo, los humanos antiguos que vivían en Europa hace más de 14.000 años compartieron algunas cepas bacterianas con los neandertales que ya no se encuentran en los humanos modernos.

salud dentalLas conclusiones sobre las diferencias y similitudes del estudio son parte de la evolución de los humanos, y hay mucha información en el genoma de los microbios que viven en el cuerpo humano, que pueden ayudarnos a comprender mejor el pasado para abordar la salud del futuro.